La Inteligencia Artificial (IA) ha experimentado un rápido avance en los
últimos años, revolucionando, en particular, la forma en que interactuamos con
la tecnología. En las últimas semanas, hemos sido testigos de cómo miles de
usuarios han utilizado ChatGPT, a través de su integración con
generadores de imágenes como DALL·E, para convertir sus fotos al
estilo Ghibli.
Esta práctica tan extendida alrededor del mundo se ha convertido en
moda, pero con potencial sobre nuestros derechos y libertades fundamentales,
por lo que es un deber inexcusable de quienes somos una voz experta en estas
materias, educar a la ciudadanía respecto del procesamiento de estas imágenes.
En este escenario, ¿Qué tanto saben los
ciudadanos sobre sus derechos? ¿existe conciencia de cómo nos puede impactar
una simple práctica viral? Convertir nuestras fotos en estilo animé a
través de plataformas digitales que utilizan sistemas de IA no solo es una
tendencia, sino una cuestión de ética y derecho.
Pocos conocen, por ejemplo, que nuestra
Constitución Política consagra un derecho fundamental a la protección de datos
personales, y que el mismo implica para los individuos un poder de control
sobre su información personal. En este sentido, su imagen plasmada en una
fotografía que usted luego convirtió en animé es un dato de carácter
personal, esto quiere decir que, la imagen de una persona identifica o hace
identificable a esa persona, y su recogida es una operación de tratamiento
regulada por la ley.
De tal manera que, al convertir imágenes al estilo animé o Ghibli,
la IA procesa estas imágenes y, a pesar de las políticas de privacidad
implementadas por OpenAI y otras empresas de IA, compartir imágenes
personales con estos sistemas puede conllevar riesgos.
Las empresas pueden usar estas imágenes para mejorar y entrenar sus
modelos de IA, almacenarlas en bases de datos sin el control del usuario y
reutilizarlas para diversos fines sin su consentimiento. Además, estas imágenes
pueden contener metadatos, como ubicación, fecha y hora, que pueden utilizarse
con fines no deseados, lo que supone un riesgo para la privacidad del usuario.
El uso de estas imágenes también puede dar lugar a la falsificación de
avatares, deepfakes y usurpación de identidad, e incluso, a un
uso indebido de datos sensibles de menores con fines maliciosos. Así las cosas,
los usuarios, ante todo, deben valorar si el resultado que se obtiene de
participar en dichos retos virales y de la utilización de las herramientas de
IA justifica la exposición a los riesgos.
En consecuencia, se vuelve fundamental promover el uso responsable de
estas herramientas, y promover estándares éticos que fomenten el respeto, la
equidad, la confianza, el buen comportamiento y la honestidad en las
actividades comerciales y personales.
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