Nos enfrentamos a una verdad incómoda: Chile presenta la tasa de
obesidad más alta de Sudamérica, un fenómeno que no sólo refleja una crisis de
salud pública, sino también una serie de problemáticas estructurales que
requieren atención inmediata. El sobrepeso y la obesidad, que hoy representan a
un gran porcentaje de la población adulta e infantil, se han convertido en un
eterno clásico que nos afecta desde diversas aristas involucrando a la
educación, el acceso a alimentos saludables, las políticas públicas y el
bienestar de nuestra sociedad.
Hablar de cifras ya no es suficiente, los números nunca fueron
desconocidos y, sin embargo, esa aguja porcentual, que revelaba una realidad
pandémica, no paró de crecer hasta posicionarnos en esta compleja situación
actual. Pero ¿por qué Chile se encuentra en una situación tan crítica? La
respuesta es compleja y multicapa, y está vinculada a un conjunto de factores
que abarcan desde cambios en los hábitos alimenticios, hasta la influencia de
la industria alimentaria, el sedentarismo, el contexto socioeconómico y la
falta de políticas públicas eficaces.
Hablar de las causas significaría reconocer vista ligera a toda la
información que siempre ha existido en los medios de comunicación masiva. Las
personas se mantienen en un estado de inseguridad alimentaria (ya sea por
exceso o por déficit de variedad de nutrientes críticos) así como un estado
latente de falta de actividad física y educación vinculada a la construcción de
hábitos conscientes para mejorar su estilo y calidad de vida. Ante este panorama,
la reflexión no puede quedar sólo en la denuncia del problema, sino que debe
orientarse hacia soluciones concretas que permitan al menos modificar esta
situación.
Un primer y esencial paso es la educación en torno a la nutrición y el
fomento de hábitos de vida saludables. Desde la infancia, se debe promover la
importancia de consumir una alimentación consciente, así también, por mantener
la práctica de actividad física constante a través del juego y el ejercicio. En
este sentido, la inclusión de nutricionistas en los establecimientos educativos
es una acción más que necesaria y determinante para llevar un control y una
prevención desde los primeros ciclos formativos.
Las soluciones deben involucrar a todos los actores sociales y
políticos. Es necesario que exista un compromiso firme de parte del gobierno,
las instituciones educativas, la sociedad y las empresas privadas frente a la
problemática de la obesidad. De esta manera, se pueden crear alianzas que
trabajen en conjunto para promover cambios en la cultura alimentaria del país,
con políticas públicas sostenibles que favorezcan la prevención, el control y
el mejoramiento continuo de la salud de nuestros ciudadanos.
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