Hablar de pensiones en Chile es
hablar de uno de los dolores más profundos de nuestra gente. En almuerzo con
amigos, en la once con la familia, visitando a la abuela y en tantos otros
espacios, hablar de la vida de las y los jubilados es hablar de postergación y
preocupación permanente de estas personas y de su entorno cercano.
La gran mayoría de las nuevas
pensionadas y pensionados en nuestro país no alcanzan a tener una pensión que
supere la línea de la pobreza, la mediana de la pensión autofinanciada no supera
los $40.000 pesos en mujeres y los $160.000 mil en hombres. Es un retrato
triste y que guarda graves niveles de injusticia y desigualdad.
Definitivamente tenemos un sistema
fracasado para asegurar bienestar social, sin embargo, ha sido un sistema altamente
rentable para el negocio de las Administradoras de Fondos de Pensiones durante
los últimos 40 años. Mientras las pensiones siguen siendo miserables, las AFP
-hasta septiembre del 2024- tuvieron un 35% más de ganancias que al mismo mes
del año 2023.
Por esta razón, los consensos
alcanzados en la tramitación de la Reforma Previsional son muy importantes y
deben ser un aliciente para seguir avanzando en la senda de los acuerdos.
Resulta impresentable que, habiendo sectores que se autodefinen como patriotas,
éstos se han dispuesto a rechazar en el parlamento todos los proyectos que
benefician a las y los trabajadores de Chile, conducta que se replica en la
tramitación de esta reforma.
Es crucial llegar a un acuerdo no
solo para las y los pensionados, tanto actuales como futuros, sino también para
el bienestar y el desarrollo del país. Chile merece mejores pensiones ya, y eso
no se puede hacer por otra vía que no sea la de los consensos. Como Gobierno
hemos mostrado la voluntad de conversar y también de ceder, pero se requiere
que en esta última etapa todas las voluntades se materialicen en avances
concretos. Nuestro llamado es a que todos los sectores le respondan a Chile, a
su gente y sus familias.
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