La necesidad de Chile en implementar territorios
inteligentes se transforma en un desafío histórico como base para un desarrollo
sostenible y competitivo.
En un mundo globalizado, donde la innovación y la
creatividad son pilares fundamentales, es crucial fortalecer las capacidades
que permiten que nuestro país se posicione en los mercados internacionales.
Según un reciente informe del Diario Financiero, se estima que en 2024 el país
alcanzará exportaciones por más de $100 mil millones, un récord que refleja
nuestro potencial, pero que también exige una planificación estratégica para
sostener y mejorar este desempeño.
Los territorios inteligentes son clave para gestionar
eficientemente los recursos humanos y financieros disponibles, permitiendo
generar condiciones favorables para la inversión en infraestructura y
tecnologías avanzadas. Este enfoque no solo incrementa la eficiencia en la
prestación de servicios, sino que también posiciona a las regiones y ciudades
chilenas a la vanguardia del desarrollo. La atracción de empresas que valoran
entornos con servicios de calidad y competitividad es un efecto directo de
contar con espacios territoriales bien planificados y tecnológicamente
avanzados.
La transición hacia este modelo demanda un compromiso
estatal firme. Las políticas públicas deben priorizar el fortalecimiento del
talento humano, incentivando la innovación y el uso de tecnologías emergentes.
Este esfuerzo debe estar orientado a mejorar la calidad de vida de las personas
y a construir un proyecto compartido de desarrollo a nivel nacional, regional y
local. Sin esta visión unificada, no será posible alcanzar tasas de crecimiento
económico sostenibles superiores al 4,5 %, necesarias para financiar
necesidades urgentes como salud, educación y vivienda.
Además, la descentralización debe superar el enfoque
burocrático tradicional. Es fundamental adoptarla desde la comunidad, los
territorios y sus talentos. Esto implica transformar a las regiones en polos de
crecimiento económico mediante la diversificación productiva y la generación de
servicios de calidad exportables. Un cambio de paradigma en el proceso de
desarrollo permitirá que los territorios sean protagonistas, impulsando una
verdadera revolución en políticas que atraigan a jóvenes talentos y fomenten la
reinvención constante.
Un territorio inteligente se define por su capacidad de
aprendizaje y adaptación, equilibrando la competitividad económica, el progreso
social y la sostenibilidad ambiental. Este equilibrio es el camino hacia un
desarrollo integral que convierta a Chile en un referente global y en un lugar
mejor para sus habitantes.
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