El 24 de
septiembre, Día Internacional de la Investigación en Cáncer, nos brinda la
oportunidad de reflexionar y educar sobre una enfermedad que, año tras año,
afecta a miles de personas en Chile.
El cáncer es
un problema que se origina a nivel celular, donde, en condiciones controladas, el crecimiento de las células está bajo un control
preciso. Sin embargo, cuando ese control se pierde, las células malignas se
multiplican sin freno, formando tumores que pueden invadir tejidos cercanos y
propagarse a otras partes del cuerpo a través de la metástasis.
Aunque se han logrado avances significativos en su lucha, estamos lejos de alcanzar una "cura". Los tratamientos
actuales, si bien efectivos en ciertos casos, siguen fallando ante tumores
agresivos o en etapas avanzadas de la enfermedad. Resulta por ende crucial profundizar nuestro conocimiento sobre las diferencias entre las células normales y malignas, y las células propias del nicho
tumoral, todo con el fin de identificar formas más eficaces
de atacarlas, minimizando el daño a las células sanas y daños colaterales.
En este
contexto, los científicos especializados en biología celular son fundamentales
para comprender los mecanismos que permiten el crecimiento descontrolado de las células malignas. Sin su aporte, el desarrollo de
nuevas terapias dirigidas sería muy limitado. Sin embargo, uno de los grandes
desafíos que enfrentamos en Chile es la desconexión entre el mundo científico y
el clínico. Esta falta de diálogo retrasa la implementación de los avances
científicos en la práctica médica.
Para enfrentar
este desafío, es imprescindible replantear la forma en que formamos a las
nuevas generaciones de especialistas. Tanto los científicos como los clínicos
deben recibir una formación que fomente la colaboración y el intercambio de
conocimientos. No podemos permitir que estos dos mundos trabajen por carriles
separados. Es necesario crear espacios de formación conjunta, donde ambos
campos dialoguen de manera natural desde los primeros años de su formación.
Solo así podremos garantizar que los avances científicos se traduzcan en
mejoras tangibles para los pacientes.
El Eestado de
Chile tiene allí un rol crucial. Es
fundamental asignar fondos para proyectos que promuevan esta visión
colaborativa y que valoren el conocimiento generado por las universidades y centros de investigación. Al mismo tiempo, debemos
asegurar que las futuras generaciones de científicos y clínicos se formen en un
entorno de cooperación y entendimiento mutuo.
Ciencia y
medicina deben caminar de la mano si queremos enfrentar esta enfermedad de
manera efectiva y brindar nuevas esperanzas a quienes luchan contra el cáncer.
Solo con el apoyo adecuado y la integración de estos dos mundos podremos
cambiar el panorama del cáncer en Chile y ofrecer mejores opciones de
tratamiento a nuestra población.
0 Comentarios