La preocupación por la
baja tasa de natalidad no es exclusiva de Chile. Países como Corea del Sur,
Francia, España y Japón también experimentan una tendencia preocupante hacia
menos nacimientos. El año 2023 fue testigo de la cifra más baja de nacimientos
en la historia reciente. Este fenómeno ha continuado profundizándose en el
primer cuatrimestre del presente año, con una caída del 22% comparado con el
mismo período del año anterior y un 25% en relación con 2022.
Aunque los datos más
recientes son provisionales y podrían ajustarse ligeramente al alza, según el
Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la tendencia a la baja se ha
mantenido sólida durante la última década. Según el INE, la tasa de fecundidad,
que evalúa exclusivamente a mujeres en edad fértil, se situó en un promedio de
1,2 hijos por mujer en 2021, el nivel más bajo registrado hasta la fecha y muy
por debajo del índice de reemplazo de la población, que se estima en 2,1 hijos
por mujer.
Chile ha experimentado
un desarrollo acelerado desde la década de 1990, y con ello, una baja en la
tasa de natalidad, un fenómeno común en sociedades en transición, de
tradicionales a modernas. Esta tendencia no es nueva y lleva más de tres
décadas manifestándose. Las causas de este fenómeno son multicausales y se
dividen en dos grandes categorías: culturales y materiales.
Entre las causas
culturales, los roles tradicionales de género promueven una mayor
individualización de las trayectorias vitales. Por otro lado, la crisis de
instituciones tradicionales, como la familia, que promovía uniones
matrimoniales tempranas y la reproducción abundante, ha perdido influencia. En
cuanto a las causas materiales, el control de natalidad y la masificación de
dispositivos de control natal han influido significativamente, al igual que la
incorporación de la mujer al mercado laboral. “La entrada de la mujer al
mercado laboral, especialmente en sectores feminizados y con brechas
salariales, ha llevado a que muchas mujeres eviten el embarazo para no
comprometer su estabilidad laboral”, apunta Mauricio Muñoz, sociólogo, Doctor
en Ciencias Sociales y coordinador de proyectos del Observatorio
Laboral de O’Higgins de la Universidad de O’Higgins.
La incorporación de la
mujer al mercado laboral es paradójica: aunque implica mayores niveles de
autonomía, también la posiciona en sectores feminizados con amplias brechas
salariales. En Chile, las mujeres ganan en promedio $200 mil menos que los
hombres. “La maternidad puede ser incompatible con trayectorias laborales
ascendentes, especialmente para mujeres de clase media o baja, quienes suelen
abandonar el mercado laboral tras la maternidad, enfrentando dificultades para
reincorporarse. Por lo tanto, razonablemente, las mujeres que forman parte del
mercado del trabajo evitarán el embarazo porque este representa una amenaza
para su estabilidad y para su itinerario laboral, todo lo cual muchas veces
coincide con su desarrollo personal”, destaca Muñoz.
El profesional destaca
que, en Chile, la natalidad ha descendido permanentemente en los últimos 35
años, la esperanza de vida ha aumentado y la inmigración ha crecido en la
última década. “Estos factores combinados explican el envejecimiento de la
población chilena, fenómeno que plantea desafíos para el sostenimiento de la
reproducción social, el sistema de pensiones basado en la solidaridad
intergeneracional y sobre la implementación de un sistema de cuidados. En
Chile, después de casi una década de notable crecimiento económico, a partir de
la Crisis Asiática, alrededor del año 1998, hemos experimentado crisis
económicas permanentes y cíclicas, lo que nos hace reflexionar sobre la
verdadera eficiencia del sistema económico global y nuestra dependencia del
mercado mundial”.
“Posteriormente, con la
pandemia del Covid, los problemas económicos se han agravado junto con la
inflación. Por ejemplo, el empleo aún no ha alcanzado los niveles de 2019,
aunque se ha observado cierta estabilización en los últimos dos años. En este
contexto, las personas toman decisiones con la información y los recursos
disponibles, y no es un momento propicio para planificar a largo plazo; los
hijos, por así decirlo, pasan a ser un proyecto a largo plazo”, destaca Muñoz.
Nuevas generaciones
Las generaciones jóvenes
en Chile están tomando decisiones sobre la maternidad influenciadas por un
contexto de crisis constante y falta de estabilidad. La inestabilidad laboral,
caracterizada por empleos precarios y temporales, junto con los bajos salarios,
crea un ambiente económico incierto que dificulta la planificación a largo
plazo. Según Mauricio Muñoz, factores como la devaluación de los títulos
universitarios, que ya no garantizan empleos estables ni bien remunerados,
agrava esta situación. “Combinados con el debilitamiento de instituciones
tradicionales como la iglesia, la escuela y la familia, crean un entorno en el
que proyectarse a largo plazo resulta difícil. En este escenario, muchas
mujeres jóvenes optan por tener menos hijos o incluso ninguno, priorizando su
estabilidad personal y profesional en un presente permanente sin garantías para
el futuro”.
Políticas Públicas
Desde el ámbito de la
salud pública, se destacan iniciativas como el programa Chile Crece Contigo,
que busca ofrecer apoyo integral a las mujeres durante el embarazo, parto y
cuidado del menor. A nivel nacional, toda persona tiene acceso a controles prenatales,
educación en lactancia y parto respetado, incluso si son extranjeras. Pero, no
es suficiente. Para Muñoz, al abordar la baja tasa de natalidad en Chile, las
políticas públicas “deben generar estabilidad económica mejorando la producción
y los ingresos, y asegurando derechos sociales como salud, educación, acceso a
vivienda y pensiones dignas. Es crucial mejorar las remuneraciones de las
mujeres, promover la igualdad salarial, y establecer pre y postnatales
obligatorios para hombres en las mismas condiciones que para mujeres. Además,
se debe fomentar una educación no sexista para evitar que las mujeres carguen
con la mayor parte del cuidado de los hijos”.
Este panorama no solo
refleja un desafío demográfico significativo para Chile, sino también una tendencia
global preocupante que está influida por diversos factores económicos, sociales
y culturales.
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