Mario
Flores Ferreto. Director Académico. Universidad San Sebastián Sede
De la Patagonia
Durante las últimas
semanas, diversas universidades han implementado una serie de iniciativas para
brindar orientación vocacional a los jóvenes que se preparan para ingresar a la
educación superior. Desde conversatorios, visitas guiadas y hasta masivas
ferias vocacionales resultan espacios valiosos para que los “futuros
universitarios” puedan vivir experiencias inmersivas relacionadas con sus
propios intereses.
Tomar una decisión sobre
qué carrera estudiar y descubrir la propia vocación no es tarea fácil. Muy por
el contrario, demanda mucha reflexión y a menudo compartir inquietudes en el
entorno familiar. Lo importante es contar con la mayor información posible
antes de decidir.
Y es que resulta
preocupante la alta tasa de deserción que experimentan los estudiantes en el
ámbito de la educación superior, alcanzando un inquietante 28,8% de jóvenes que
no logran terminar su primer año en la universidad. Aunque aproximadamente un
49% de ellos opta por reingresar a la educación superior, esta situación
implica un esfuerzo de tiempo y recursos, ya sea para el estudiante como, muchas
veces, para sus familias.
En virtud de aquello, el
rol de los orientadores en los colegios es clave. Ellos desempeñan un papel
esencial al proporcionar apoyo y orientación a sus estudiantes en la tomar de
decisiones vocacionales. Su labor abarca desde suministrar información
relevante de los procesos, hasta apoyo emocional, ayudando a los estudiantes a
explorar sus intereses, habilidades y metas profesionales.
Los profesores jefes, no
se quedan atrás. Muy por el contrario, ocupan un lugar preponderante en esta
etapa. Al estar en contacto estrecho con sus estudiantes, tienen la oportunidad
de identificar sus fortalezas y debilidades, proporcionando un respaldo
adecuado para que tomen decisiones informadas sobre su futuro académico.
Para qué decir la
familia. No se debe subestimar su papel en este proceso de reflexión
vocacional. Ella puede facilitar la toma de decisiones de los jóvenes, colaborando
en la exploración, como también en el soporte emocional. Además, pueden actuar
como agentes de motivación para que continúen su propio camino educativo.
En efecto, la tríada
entre familia, profesores y orientadores resulta fundamental para que los jóvenes
puedan tomar decisiones conscientes e informadas sobre su futuro. En paralelo,
un trabajo colaborativo entre colegios e instituciones de educación superior
permite abrir espacios para el acompañamiento de los estudiantes en este
proceso y luego de ingresar a la universidad.
Descubrir la vocación es
un camino cuya primera parada es tomar una decisión que -ojalá- sea lo más
informada posible. También es un viaje de autodescubrimiento. Por ello, es
imperativo que todos los actores del ecosistema educativo trabajemos en conjunto
con las familias para asegurarnos que nuestros jóvenes cuenten con las
herramientas necesarias y sobre todo tiempo para definir cómo alcanzar sus
metas y contribuir al desarrollo de nuestra sociedad.
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