Para tranquilidad de todos hay que señalar que la Declaración de los
Derechos Humanos de 1948 dice expresamente que: "Toda persona tiene
derecho al descanso y al disfrute del tiempo libre”. Las vacaciones son parte
importante en la vida de hombres y mujeres, no por una cuestión política sino
por una cuestión de dignidad, salud mental y aprecio por la persona humana.
Pero, a nadie le gusta que le llamen “ocioso” cuando merecidamente toma
vacaciones o dispone de tiempo libre. Antes de sentirnos ofendido con este
calificativo tal vez deberíamos reflexionar qué se entiende por “ocio”.
La palabra “ocio” la encontramos tanto en la cultura griega como en la
latina. Del griego procede del término Skholè que significa “tiempo libre” del
cual, a su vez, se desprende la raíz latina Schola de cuyo vocablo deriva en
español “Escuela”. El término latino Otium es el equivalente al griego y
designa igualmente “tiempo libre”, hace referencia a todo cuanto se puede hacer
con él: aprender, oír, observar, reposar, crear u ocuparse de asuntos varios,
pero siempre bajo la premisa de una auténtica libertad lejos de constricción
alguna, tal cual señaló Cicerón: “No considero libre a quien no tiene algunas
veces sus ratos de ocio”.
No es necesario ser erudito en la materia para concluir que el ocio no
es pérdida de tiempo, ni tiempo improductivo, por el contrario, su dependencia
con el concepto Escuela del que se origina la enseñanza, el aprendizaje y la
lección, deja en claro que el ocio, en sentido estricto, es creación humana por
medio de la contemplación. Esto hace que la Skholè (ocio) tenga un estrecho
vínculo con la educación y la cultura. De hecho, Aristóteles escribió que las
ciencias nacieron en aquellos países en los que se privilegió el ocio, razón
por la cual el filósofo griego afirmó que Egipto fue la cuna de las
matemáticas.
Descansar supone disponer de tiempo libre y si este tiempo es “ocio” en
el sentido de la cultura clásica, entonces estar tendidos sobre un prado
contemplando el horizonte, compartiendo entre amigos, o tomando una siesta bajo
una sombra con aire costero, puede ser la oportunidad de recuperar fuerzas del
cuerpo y del espíritu para continuar creando y aportando a la sociedad. Por
ello ocio no significa no hacer nada, sino hacer lo que hago con voluntad clara
de que, aunque descanse, duerma o reflexione, en todo momento tengo la
posibilidad de ser mejor. No se trata de qué hago en ese tiempo sino de cómo lo
hago. La intensidad, la actitud y el sentido que imprimo en aquello que realizo
es la garantía del ocio. De tal suerte que “ocioso” es aquel que aprovecha
constructivamente su tiempo libre, sea en vacaciones o durante el año. El
tiempo libre se transforma en ocio sólo cuando hay libertad para crear y
aportar a la cultura, por lo que mientras más creativo eres tal vez más ocioso
seas.
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