Hace ya varias semanas una pareja de perros raza Pitbull atacaron, con consecuencias fatales, a un niño de 3 años, miembro de su familia cercana en el sector de Alerce en Puerto Montt. ¿Cómo, ¿Por qué?, ¿Quién tiene la culpa? Las interrogantes que surgen a raíz de esta noticia superan en número a las respuestas que podamos ofrecer. Sin embargo, pasado un poco el impacto inicial frente a tan lamentable hecho, me aventuro a formular la que, según mi parecer, es la más importante de las preguntas: ¿Se puede prevenir?

 

Desde el estudio del comportamiento animal no es posible, e incluso resultaría irresponsable emitir un juicio respecto de este accidente en particular, dado que no hubo testigos que nos puedan ofrecer dos antecedentes que son absolutamente necesarios. Toda conducta, en este caso la agresión por parte de los perros responde a un contexto y a un detonante. El contexto se refiere a los componentes ambientales y propios del individuo, que propician e incentivan la ejecución de una conducta determinada, mientras que el detonante es el estímulo directo que genera la reacción del individuo.

 

Sobre el detonante, existen muchas formas de intervenir. En primera instancia es sumamente importante prestar atención a la infancia temprana de los cachorros. Las experiencias vividas antes de los primeros 4 meses van a influir de manera directa en la personalidad que muestre ese perro de adulto.

 

En la búsqueda del ideal, nosotros deberíamos conocer a la madre del cachorro que vamos a introducir a nuestra familia y nos debe dar la confianza de que no evidencia trastornos conductuales o mal carácter. El primer sistema de aprendizaje de los cachorros es la imitación, sobre todo de su madre. Si la madre no nos gusta, deberíamos encender las alarmas. Luego viene la educación y el entrenamiento temprano.

 

Resulta imperioso hacer hincapié en que los métodos de enseñanza han evolucionado considerablemente de la mano de la ciencia del comportamiento y hoy se rechazan tajantemente prácticas que generen daño, dolor o miedo a las mascotas, no sólo por protección de esos individuos, sino también porque los resultados no serán los esperados.


Por último, la socialización a edades tempranas entregará a nuestras mascotas muchísimas más herramientas para enfrentarse al mundo en el futuro.



Por Pablo Gómez Muñoz, Etólogo Clínico. Medicina Veterinaria, Universidad San Sebastián.