Este 2 de abril se
celebra el Día Mundial de la Concientización del Autismo, una fecha instaurada
por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 2007 con el objetivo
de promover la inclusión y mejorar la calidad de vida de las personas con
Trastornos del Espectro Autista (TEA). En Chile, en el año 2021 se realizó la
primera estimación de personas con TEA en dos comunas de Santiago obteniendo un
1,96% de prevalencia, es decir, 1 de cada 51 niños chilenos presentarían esta
condición.
Este año, el lema
para la conmemoración del día de la concientización del autismo según el portal
diamundialautismo.com es “Un feliz viaje por la vida”, donde la idea es poner el foco sobre
el derecho de las personas con TEA y sus familias a disfrutar de una vida
feliz.
Dentro del TEA existe
un espectro en relación con las características que estos niños o adultos
pueden tener, centrándose en la comunicación, interacción social y la flexibilidad del pensamiento y
de la conducta; poniendo énfasis en que el TEA puede manifestarse de distintas
formas, pues no hay 2 personas con TEA que sean iguales.
Tomando en
consideración lo anterior, es que la familia pasa a ser el principal y más
permanente apoyo para los niños, niñas y adultos con TEA. Desde hace un par de
años se ha buscado destacar y reconocer el trabajo de las familias como eje
socializador, además del papel educativo que interpretan a lo largo de su vida,
independiente de los cambios, adaptaciones o modificaciones que puedan ocurrir
dentro del núcleo familiar.
Se hace necesario
entonces, que el entorno social, las instituciones educativas y salud, entre
otras entidades, también puedan tomar un rol protagónico en la inclusión de las
personas con TEA y sus familias, en aspectos tales como: la detección temprana
incluyendo una mayor conciencia en los hitos del desarrollo temprano en ámbitos
sociales y emocionales y signos propios del autismo para su diagnóstico
temprano, mayores oportunidades de acceso a profesionales especialistas en el
manejo terapéutico del TEA y atenciones de calidad que no sólo involucren al
niño, niña o adulto con TEA, sino también a su familia, padres, madres,
abuelos, cuidadores y todos aquellos actores que conviven diariamente con la
persona con TEA.
Por último, es
fundamental que todas las instituciones educativas se capaciten y fortalezcan
su comunidad educativa con profesionales aptos para el manejo y regulación de
niños y niñas con esta condición, eliminando las barreras de discriminación,
politizando el autismo, hablando en plural (de la familia) y no en singular y logrando
finalmente “un
feliz viaje por la vida”.
Columna
de opinión
Por
Reneé Núñez Vega
Jefa
de carrera Fonoaudiología
Universidad
Santo Tomás Osorno
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