Una taza de café
no requiere 250 ML (mililitros) de agua para llegar hasta nuestra mesa o
escritorio de trabajo, como se podría pensar. En realidad, según estimaciones de
investigadores, necesita alrededor de 140 litros de agua para el cultivo, su
producción y empaquetado. Esto equivale, aproximadamente, a la cantidad media
que gasta una persona durante el día, para beber y realizar las tareas del
hogar.
Aquello se conoce
como huella hídrica, que es el valor que nos indica la cantidad de agua que
requiere la producción de cualquier cosa, colocando interrogantes sobre la
sustentabilidad del actual método de producción agrícola y ganadero ante la
escasez hídrica mundial producto del cambio climático.
Benoît Viguier,
hidrogeólogo y profesor asistente del Instituto de Ciencias de la Ingeniería de
la Universidad Estatal de O'Higgins (UOH), explicó que “es súper importante
hablar de recursos hídricos, porque es la base vital de cualquier actividad
social, económica y de bienestar humano”.
Destacó además que
para la Región de O’Higgins, que se sustenta en base a la Agricultura (95% de
la demanda de agua, DGA 2016) y la Minería e Industria (3% de la demanda de
agua, DGA 2016), abordar esta problemática es de suma importancia. “En este
territorio se necesita de este recurso para producir y facilitar las
actividades agropecuarias. A diferencia de lo que suele creerse, no es la
actividad minera la que consume más agua, sino que, a nivel nacional, regional
y escala global, es la actividad agrícola la que consume más agua”, señaló.
“Para cada
producto que nosotros usamos día a día, como los lentes que tengo en la mano,
la mascarilla con la que prevenimos el Covid-19, mi taza de café o mi shop de
cerveza, se necesita agua. Un ejemplo extremo de esto es la producción de un
kilo de carne de vacuno, que para que la podamos consumir requiere que el
animal crezca y se desarrolle. Por ello, debemos proveerle agua para beber y
cultivar los alimentos que debe comer durante toda su vida. Eso puede llegar a
los 15 mil litros de agua por cada kilo (según estimaciones)”, explicó.
Viguier indica que
“tenemos un sistema productivo que siempre requiere de más agua y si se
mantienen las condiciones hidroclimáticas actuales, que es lo más probable, sí
o sí va a causar un problema a mediano y largo plazo sobre los recursos
hídricos. La megasequía profundiza el problema, y el cambio climático provoca
que el sistema tenga un déficit a largo plazo”. Añadió que “los datos nos dicen
que el sistema de producción actual no es sostenible. La cantidad de agua dulce
disponible baja, los niveles subterráneos bajan y los caudales de los ríos
bajan hasta secarse en algunos sectores”.
Para el académico
UOH “la adaptación para una mejor resiliencia” es la clave. “Esto requiere que
nos adaptemos en nuestra forma de vivir, en la forma que consumimos. Aquí no
hay soluciones fáciles. Lo que es claro es que tenemos que hablar entre todos,
escucharnos”, sostuvo el doctor en hidrogeología.
La demanda por el agua en la agricultura
El académico
comentó que “de manera global tenemos siempre esta cifra de 70-80% de demanda
por actividades agrícolas, en general. Esto hace parte de lo que se llama el
factor de presión antropogénico, es decir, cómo el humano y sus actividades
ponen presión sobre el recurso hídrico extrayendo agua. Necesitamos una
cantidad de agua, pero una cantidad de agua de calidad”.
También existe el
factor de presión climático: “Tenemos en la zona central del país, desde 2010,
en promedio entre -30% y -40% déficit de lluvia, lo que impacta los ríos y la
recarga de los acuíferos. El 2019 fue el más complejo porque alcanzó hasta -80%
en la Región de O’Higgins, en comparación al promedio histórico 1981-2009. En
Rancagua la cifra para 2021 es -60% en comparación al promedio histórico
1981-2009”, detalló.
Finalmente, dijo,
“tenemos ambos factores de presiones: el antropogénico y el climático que
interactúan de manera combinada e impactan los recursos hídricos. Esto cambia
la distribución en el tiempo y en el espacio de los recursos hídricos”.
El investigador
indicó que lo que está pasando es que “la presión sobre los acuíferos va
creciendo. El problema de esto es que en casi toda la zona central del país
estamos sobreexplotando nuestros recursos subterráneos. Esto hay que decirlo,
hay que entenderlo y hay que poder proyectarse, para ver hasta cuándo podemos
explotar estos recursos sin que nos cause un problema a mediano y largo plazo.
Por ejemplo, tenemos el caso de la Cuenca del Aconcagua, donde hay pozos que
han disminuido 40 metros. Hay muchos pozos que ya están secos, lo mismo sucede
en el secano costero en la Región de O’Higgins”.
El académico
destacó que “es súper importante hablar de recursos hídricos, porque es la base
vital de cualquier actividad social, económica y de bienestar humano. O’Higgins
es una región agrícola, que necesita de este recurso para producir y facilitar
las actividades agropecuarias, a diferencia de lo que suele creerse, no es la
actividad minera la que consume más agua, sino que, a nivel nacional, regional
y escala global, es la actividad agrícola la que consume más agua”.
Hay que considerar
finalmente que, según diversos estudios, el estilo de vida determina el tamaño
de nuestra huella hídrica. Las acciones que realizamos en nuestro día a día
implican un consumo de agua dulce real y virtual. Por ejemplo, seguir dietas
sostenibles y saludables, como la mediterránea, también genera beneficios en el
medio ambiente ya que la ingesta de frutas, verduras y pescado proporcionaría
un gran ahorro de agua. Esto se debe, principalmente, a que las grasas animales
y los productos lácteos son los alimentos que más agua necesitan para su
producción.
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